La industria del motor europea está contra las cuerdas, y las empresas que suministran materiales a los grandes fabricantes se están llevando la peor parte: su supervivencia depende de las decisiones de otros. La Unión Europea ha intensificado la presión que ejerce sobre las principales marcas –Stellantis, Renault, BMW o Volkswagen– para que aceleren la producción de vehículos eléctricos. Sin embargo, la demanda no acompaña.